Esta es la historia de dos alumnos de la escuela de arquitectura que día tras día acuden a sus clases de cuarto curso no dejaron pasar la oportunidad de hacer un proyecto para un concurso público en el edificio del Vicerrectorado de Álava, en Vitoria.
Por cambiar un poco la monotonía de las clases, se plantearon el ejercicio como un proyecto más y decididos a ganar, presentaron su propuesta Zuhaitzen Artean, que resulto la ganadora de entre las seis candidatas del concurso.
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Hace seis años ya que Iñigo Ezquerra y Jonathan Chanca empezaron sus estudios en la escuela. No son las mismas razones las que empujaron a nuestros compañeros a estudiar arquitectura. Jonathan lo tenía claro desde un principio, sin embargo, Iñigo, al contrario, tuvo que pensárselo un poco más y fue al final la vocación familiar y su interés por el arte lo que le animó a matricularse en arquitectura. Con el tiempo pasado en la escuela certifican lo que todos ya sabemos: la carrera no es difícil, es muy exigente y es condición ser constante. Muchas horas de estudio y trabajo. Jonathan confiesa: “Fácil no es. Como todo lo peor es las horas de sueño perdidas. En mi caso, la rama de matemáticas y estructuras es lo que más se me atraganta, pero bueno, con paciencia.”
También difieren en qué van a hacer tras acabar la carrera. Iñigo quiere incorporarse al mundo laboral. Está cansado de estudiar. Jonathan no descartaría continuar sus estudios para complementar su formación y buscar una especialización.
Volviendo al proyecto, Zuhaitzen Artean empezó gracias a que Iñigo es de Vitoria y un día andando por el campus se enteró de que iban a convocar un concurso para los estudiantes de arte y arquitectura. Le pareció tan interesante que recogió las bases para el concurso y las distribuyó por la escuela. Sin embargo parece que la idea no cuajó entre la multitud y sólo se plantearon presentarse Iñigo y Jonathan, por lo que decidieron formar equipo ante la proximidad de fechas de entregas y exámenes. “Parece un poco kamikaze, pero era solo cuestión de organización. […] Aún así entregamos muy apurados, como siempre.”
“El punto de partida fue buscar información. La información que nos dieron era nula.” De esta manera fueron al lugar a estudiar, entender sus proporciones y observar el entorno. Querían imitar las formas orgánicas que rodeaban el espacio donde se iba a insertar la propuesta. Confiesan que aunque la gente le llama “el árbol”, para ellos es sólo una anécdota y no buscaban esa similitud. Jonathan certifica rotundamente: “No creo en la inspiración.” Buscaron una relación con el entorno, les llamó mucha atención el jardín que circundaba al edificio y su historia. La forma viene dada por el espacio interior, continuo y vertical en el que se concibiese la obra como un todo de arriba hacia abajo como una única pieza. Buscaban una idea de globalidad, que se leyese de una vez. En la idea original, para hacer la relación más evidente, se planteo la posibilidad de mantener un árbol en el exterior iluminado como su proyecto, pero tuvieron problemas administrativos, pues el parque no pertenece al campus, y no les dejaron iluminarlo. Hecho que ahora agradecen ya que no están del todo convencidos del resultado que esta idea podría haber lanzado.
La trama de la maya viene definida por dos motivos. Uno conceptual, para continuar con su idea y luego por una solución constructiva ya que luego tendrían que construirlo, así que mejor ir pensando en cómo iba a sustentarse. Hasta aquí todo es a lo que estamos acostumbrados en la escuela, lo haces en papel, lo entregas y acabado. Sin embargo aquí había que ir un paso más allá, presupuesto, contrataciones y construcción. “Esto nos venía grande.” Contaron con la colaboración de Mario Sangalli para afrontar la situación (presupuesto, contactos, …). Para ellos, es quizás el profesor más accesible de la universidad, además, era su profesor de proyectos.
Durante el proceso de construcción, existió una muy buena relación con el técnico, “Se portó muy bien. Era muy hábil y tenía mucha paciencia. Con lo loco que le volvimos, si hubiese sido otro tipo de persona, nos hubiese mandado a la mierda mucho antes. No lo hubiésemos hecho. Él mismo lo veía casi imposible al principio, pero se le veía implicado.” Al contrario, los encargados de que el proyecto se llevase a cabo tal y como estaba pensado fueron más un obstáculo que una ayuda para ellos.
Ahora con la obra acabada, solo esperan la crítica del público. Han oído pocas críticas aunque todas buenas. Sin embargo dudan de la veracidad de las opiniones, “las críticas son buenas, pero nunca sabes si son sinceras o están condicionadas por el compromiso. Si las hay malas, o no nos las han dicho o no nos hemos enterado. […] Si dentro de unos años, alguien le hace una foto, la cuelga en un foro cualquiera de internet, y lees una opinión, será la opinión buena, libre y que me creeré”.
Hacen un balance muy positivo de la experiencia, tanto que Jonathan se vuelve a presentar este año al concurso, “Me daba un poco de apuro volver a presentarme, pero bueno, yo lo dejo ahí y si me llaman, pues bien. No sé si me tomarán por abusón.” Como mejor momento se quedan con el día de la inauguración, nos comentaban que no es lo mismo estar en el público del paraninfo, que ser el que explica su proyecto desde arriba. Agradecen mucho la oportunidad que se les dio, con la presencia del Alcalde, la Diputada de Cultura y de toda la prensa. Los momentos más difíciles fue el tiempo que pasó desde que se les dio como ganadores hasta que empezó todo el proceso.
Están muy ilusionados también con todas las publicaciones en prensa y revistas y ahora con este artículo de la web de nuestra escuela. Satisfechos con que el resultado final es fiel a los fotomontajes del proyecto inicial, esperan vuestras críticas, anónimas y sinceras.
Zuhaitzen Artean, un proyecto hecho realidad.