Con este post presentamos una segunda entrega sobre la Iglesia de Riberas de Loiola [el anterior artículo es de Abril de 2009], ahora bautizada oficialmente con el nombre de Parroquia de IESU (Jesús en griego), pero que nosotros vaticinamos se seguirá conociendo popularmente como la Iglesia de Moneo: su nombre de marca. Además, todo aquí es según San Rafael.
El fin de semana pasado, recién superadas las vacaciones de Navidad, una pequeña comitiva tuvimos la ocasión de conocer el interior, justo cuando restan pocos meses para su inauguración. Tenemos que agradecer especialmente a María Yáñez las molestias tomadas para conseguir la visita, y al párroco de Loyola Jesus Mari Zabaleta, por su amabilidad y sus magníficas explicaciones. ¡Todo un lujo!.
Esta era una visita que a mi personalmente me hacía ilusión, tras haber seguido con periodicidad pacientemente durante 3 años la evolución de las obras, desde que la cimentación vislumbraba ya las trazas de la planta de cruz griega. La construcción del Kursaal me cogió demasiado joven. Por eso ahora, aunque no tenga nada que ver, no quería dejar pasar la oportunidad, porque un ‘Moneo’ en tu ciudad no se construye todos los días. Llamadme mitómano si queréis.
Empezando precisamente por el Kursaal, siguiendo por las viviendas del Urumea hasta Riberas, nada más llegar nos advierten de que las tres obras de Moneo en San Sebastián están alineadas sobre un eje casi Norte-Sur. Algo en lo que realmente yo no había reparado y que me produce una pequeña sonrisa. Así comenzó una visita que duró una hora y tres cuartos aproximadamente [podéis ver un modesto video-resumen a continuación], en un día típicamente donostiarra, nublado y con una luz tamizada que en este caso influye mucho a la percepción del espacio intramuros, por la manera en que las sombras se recortan de un modo mucho más difuso.
Quería puntualizar que sin quitarle un ápice de conmovedora, mentiría si dijera que todo me pareció genial y perfecto, y ¡mentir es pecado!. Por tanto, por aquello de seguir cultivando la visión crítica, aunque hablar de una obra de Rafael Moneo son palabras mayores, expondré también mis opiniones disonantes aun a riesgo de equivocarme y de ser excomulgado.